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El regreso de un secuestrado

Andrés Felipe Calle no escuchó ninguno de los mensajes que sus familiares le enviaron en La Noche de la Libertad los casi dos meses que duró su secuestro y sólo a su regreso este jueves vino a darse cuenta que el país estaba pendiente de su cautiverio, de las movilizaciones promovidas por sus amigos y por distintas organizaciones y además de la atención de los medios de comunicación.

Religiosamente su familia se reunía para enviar los mensajes en RCN LA RADIO, pero en el lugar en el que se encontraba secuestrado el geólogo de la Universidad de Manizales, nunca hubo un radio y en la rutina impuesta por sus captores del ELN, siempre se acostaba entre las ocho y las ocho y media de la noche.

"Nunca pude escuchar nada, pero en los lugares por donde estuve podía percibir que los medios hablaban de los secuestrados o hacían referencia a la situación, lo que yo interpretaba como si fuera un mensaje para mí, aunque no lo fuera", le dijo a RCN Radio a su regreso.

Cuando regresaba encontró en una casa una oración que hacía referencia a los secuestrados y se sintió conmovido, pensando que este es país singular en el que hay una oración para abogar por la salud y el regreso de los hombres en cautiverio.

Mientras conversamos en La Noche de la Libertad, se siente en el ambiente la algarabía de sus familiares reunidos para una conversación aplazada durante dos meses, mientras Calle confiesa que rezaba mucho para que Dios le diera energía a él, a su papá, su mamá y su hermana, para poder enfrentar el próximo día.

"Sólo rezaba para unirme a mi familia, pensando que estaba bien y resistiendo", dice Calle, quien aprovecha su primer contacto con la libertad, para pedir a todos los colombianos que no sean indiferentes ante el secuestro y que sigan enviando su voz de aliento.

Empieza el tiempo de saber que pasó durante los días de ausencia y lo primero es conocer el texto de la carta publicada por su hermana Diana Carolina, en la que aboga por su libertad y cuenta cosas de su infancia y remite a los lectores a ese espacio íntimo y personal que propicia el reencuentro.

Bajo la luz de la luna

Empezar a recordar sin temor al regreso e incluso poder disfrutar ciertas cosas a pesar del drama de un secuestro.

Su hermana Diana Carolina le había dicho en La Noche de La Libertad que cada noche mirara la luna para estar conectados. "Cierra tus ojos, recuerda mi voz y ahí estaré yo", le dijo en uno de los mensajes que nunca pudo escuchar.

"La primera noche de mi secuestro, el 29 de junio, caminamos más de seis horas y la noche estaba estrellada y bonita".

Reparar en la majestuosidad de la noche era un mecanismo interior para escapar de su realidad y era inevitable dejarse sorprender por el cielo tachonado de estrellas y por ese silencio solemne de las alturas de las montañas del Cesar.

Para Andrés Felipe el mensaje de la radio nunca existió, pero la luna siempre estuvo ahí para verla y disfrutarla a pesar de la tragedia y cumplir con el mensaje tácito de su hermana, a pesar de no haberlo escuchado nunca.

"En las noches salía a fumarme un cigarrillo y era inevitable mirar a la luna y me tomaba un tinto para disipar esa inmensa soledad y miraba la naturaleza y veía pasar un avión y a veces una estrella fugaz", recuerda.

Ahí estuvieron siempre Diego Fernando y su hermana conectados por esa presencia infinita de la luna, aunque sólo hasta ahora que se encontraron en Manizales, ella le dijera que estuvo "mirándola siempre", como se lo había prometido.

Claves para comunicarse

Los mensajes tienen siempre claves que sólo entienden los secuestrados y sus familias, maneras de acercarse con palabras, con referencias o lenguajes tan cifrados, canciones o frases que lo dicen todo.

Cuando su hermana Diana Carolina le dijo "que si tenía que ir caminando hasta Japón iría por él", le estaba recordando su compromiso de seguir con sus clases de japonés en la universidad de Caldas y su cariño por esa cultura milenaria.

Cuando su mamá le habló de sus mascotas y de sus peces que lo extrañaban, le querían hacer recordar ese espacio íntimo y personal ocupado por la pecera gigante y el sonido del agua que hace parte de su rutina para dormirse.

Andrés Felipe dice que a pesar de tener que dormir en tres tablas, cuando estaba de buenas en una hamaca o en una colchoneta, el sonido del agua corriendo en una quebrada o cayendo en una fuente, le hacía sentir en su habitación, a pesar de las dificultades y el miedo.

"El sonido del agua me ayudaba", confiesa, al expresar que era inevitable aferrarse al entorno, a pesar de estar sufriéndolo y hasta odiándolo.

El geólogo relata que es una sensación rara estar en un lugar maravilloso, en dónde no es posible usar su ropa, en dónde no estás con la gente que quieres, no puedes hacer lo que te gusta y no puedes coger lo que quieres y tienes que adaptarte a esas nuevas rutinas como lavar su ropa y bañarse al aire libre en las laderas.

Está de regreso tras dos meses de angustia y siente que ha sido tiempo suficiente para replantear muchas cosas el entorno, del contacto con su familia y del valor de las cosas.

"Regresé con nueve mil pesos que tenía en la billetera que no me sirvieron para nada porque jamás me dejaron acercarme a unas de las tiendas del lugar, porque las compras las hacían los muchachos que caminaban por más de seis horas hasta el sitio más cercano", relata.

Sin haber escuchado el mensaje que su padre le enviaba por la radio insistiéndole que pensara que su secuestro era unas vacaciones, lo intentó la mayor parte del cautiverio, aunque llegó el momento en que se quebró víctima del tedio y la indignación de no entender porque estaba allá.

Después del día 18 solamente decía "buenos días", "buenas noches" y "gracias", porque le produjo "irascibilidad" la excesiva vigilancia que le impusieron y que lo hacía sentir visto, mientras orinaba, o iba a la cocina por un café o simplemente intentaba descansar.

Y tener entonces que imponerse una rutina sin libros y sin nada que hacer, en la que sólo es posible pensar en su familia y lo que estaban haciendo e imaginar a sus compañeros de la Universidad de Caldas en el laboratorio y en los otros espacios del centro docente y preguntarse siempre ¿por qué a mí?.

Su amiga María Eugenia lo había invitado en los mensajes replicados en las redes sociales a vivir su libertad "aunque tuviera que negar lo que percibían sus sentidos" y eso es lo que ahora está haciendo Andrés Felipe en libertad.

Con la imagen viva en la memoria del instante en que llegaron los "ángeles guardianes" de la Cruz Roja a rescatarlo y con la idea que podría adoptar como canción oficial "lo que mata te hace más fuerte", el geólogo Calle está de regreso para encontrarse con "conejo, juanita y los peces" y con la idea de cumplir la promesa del Cura que desde Santa Marta le escribió que "lo esperaba con unas frías en la playa".

Los mensajes de la radio fueron una buena opción para acercarse en estos días de cautiverio, pero por fortuna ya está de regreso a su casa y aunque le conmovió el sonido de los ríos que bajan de la parte más alta de la Serranía del Perijá, prefiere dejarse arrullar cada noche del eterno batir del agua que golpea sin afanes las paredes de la pecera de su habitación.